Tenemos un compromiso: hacer de Venezuela un Estado Federal descentralizado, como manda la Constitución.
El escudo de la República está predeterminado al que correspondía a la consulta popular que aprobó la Constitución el 15 de diciembre de 1999. Por tanto sus cambios mediante ley en 2006, obedecen al capricho del gobernante, como sucedió también con la bandera al agregar una estrella; por eso, ambos símbolos de la patria deben regresar al diseño histórico que ordenó el pueblo como parte de su identidad nacional.
Estos comentarios vienen al caso porque el escudo de armas de la nación tiene la inscripción en la cinta tricolor, de la palabra “Federación”, la cual se remonta a 1859. La revolución de la Constitución consiste en hacer cumplir tal designio: ser un Estado Federal teniendo como amalgama la Constitución como norma suprema (art. 7).
La República fue calificada por los venezolanos como un Estado federal descentralizado y sus principios son: integridad territorial, cooperación, solidaridad, concurrencia y corresponsabilidad (art. 4).
El federalismo descentralizado tiene 13 años de deuda pendiente con las comunidades y los ciudadanos. Visto el centralismo enfermizo y la concentración del poder en una sola persona, debemos empezar este proceso, cumpliéndose a través de tres aspectos: federalismo institucional, funcional y fiscal.
El federalismo institucional se logra: con la autonomía interna para que la organización cumpla las bases constitucionales; Poderes Públicos diferenciados; acuerdos inter-istitucionales para resolver asuntos de interés común de dos o mas municipios o mas de un Estado; tenemos que revalorar el contenido de las funciones propias de un legislativo y un ejecutivo regional.
El federalismo funcional se sostiene: con leyes nacionales que sean ejecutadas por las instancias territoriales; las competencias propias de cada ente territorial deben ser apoyadas por el Poder Nacional cuando se produzca superposición de tareas; la diferenciación de las regiones es esencial en la eficiencia, si logramos una fuerte diferenciación funcional conseguimos más control del gasto y los ingresos.
El federalismo fiscal se fundamenta: en reconocer la autonomía financiera; el perfil de las entradas con grandes aportes del Gobierno Central obliga a que tales recursos sean repartidos hacia la satisfacción de los derechos; los impuestos propios permiten que los entes territoriales gasten en su mismo territorio el dinero pagado por sus ciudadanos; el Estado interviene para financiar aquellos proyectos que administrados por los entes territoriales obedecen a aportes especiales a ese ente territorial.
Este compromiso produce menos gastos, más servicios y más legalidad.